En 2010 se prevé que unos 1.000 millones de coches circulen en el mundo. Según un estudio de la consultora alemana R. L. Folk. Actualmente los coches suponen el 12% de la emisiones de gases invernadero y en Europa el sector del transporte es el único que mantiene un aumento constante de sus emisiones desde 1990. A este ritmo conducimos en dirección contraria al cumplimiento del Protocolo de Kioto a toda velocidad en el que España una vez se ha confirmado como su peor alumno entre todos sus miembros firmantes estimándose el coste de 7400 millones de euros para su parcial cumplimiento a día de hoy.
Han pasado 15 años desde que los quince países ratificaran el principio de Kioto y solo se ha conseguido reducir un 2%. Continuas promesas por parte de los fabricantes europeos han sido solo eso, promesas.
Los escenarios de futuro de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) prevén que para 2050 las emisiones de CO2 del transporte pueda multiplicarse por 2,2. El crecimiento previsto de las economías emergentes y los actuales patrones de consumo energético en los países desarrollados harán que las emisiones de CO2 pasen de 28000 toneladas en 2005 a 62000 toneladas en 2050.
Si el sector del transporte, junto con todos los demás, no incrementa su compromiso con el medio ambiente no será posible alcanzar una reducción de las emisiones globales de un 50% para 2050, reto que los científicos plantean para tener una cierta probabilidad de limitar el crecimiento de la temperatura media global por debajo de 2ºC y así evitar los peores efectos del cambio climático.
El caso español, como no podía ser de otra forma, es especialmente preocupante. De las emisiones globales de gases invernadero medidas en 2005, el 25% procedían del sector del transporte, el doble que en 1990, mientras que en el resto de la Unión Europea se mantienen tres puntos por debajo. Más cifras que no entienden los ecosistemas más sensibles de la Tierra a pesar de sufrirlas a diario.
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